La mujer salvaje que hay en mí: conociendo un arquetipo femenino



En el libro Mujeres que corren con los lobos (que inspira el nombre de este blog <3) la autora Clarissa Pinkola, dedica más de 500 páginas para referirse en profundidad a lo que ella llama el arquetipo de la mujer salvaje. Lo desarrolla interesantemente desde la psicología analítica, desentrañando los símbolos que aparecen en distintos cuentos tradicionales de variadas culturas donde aparece la mujer salvaje.

En este artículo, les hablaré sobre este arquetipo que merece tantas páginas para ser develado y que puede ser un paso importante para aquellas mujeres que están en búsqueda de su fuerza interior, empoderarse y sentirse completas.

Para hablar de la mujer salvaje, primero tenemos que comprender en qué plano de realidad nos estamos moviendo. En el sistema psíquico del psicoanalista, Carl Gustav Jung, existe en la mente un espacio, una especie de base de datos, donde se almacena y transmite la común herencia psicológica de la humanidad. Algo así, como un ADN psíquico, que no distingue espacio y es transversal a los tiempos. Este espacio que él llamó inconsciente colectivo, se comunica por medio de símbolos y arquetipos, que son representaciones modélicas de determinadas fuerzas psíquicas, presentes en toda la historia humana. Estos modelos son móviles, se adaptan al grupo humano que lo piensa, pero mantiene su esencia.

Siempre hemos estado rodeadas y rodeados de arquetipos: la virgen, la madre, la bruja, el viejo sabio, la vieja sabia, el héroe, los arcanos del tarot, el zodiaco, etc. La mujer salvaje, pertenece a este universo arquetípico, como una representación de la naturaleza instintiva de la mujer, una personificación, el abracadabra para abrir la puerta de entrada al mundo instintivo y al conocimiento ancestral de la mujer.   

Ahora ¿por qué traer de vuelta a la mujer salvaje? Porque unirse a la naturaleza instintiva significa:

"Establecerse un territorio, encontrar la propia manada, estar en el cuerpo con certeza y orgullo, cualesquiera que sean los dones y las limitaciones físicas" (Pinkola, 2000, p.21).

También para aprender a establecer límites saludables con el mundo, a respetar nuestra interioridad y nuestros deseos, adquirir fuerza desde lo femenino, empoderarnos, conectarnos con la profunda sabiduría de la intuición, entre muchas otras. Porque en una sociedad donde los ciclos femeninos naturales han sido alterados y despreciados, donde las características femeninas han sido menospreciadas, donde un modelo moralista y restrictivo se apoderó del comportamiento de la mujer y una publicidad impudorosa invadió nuestro cuerpo, hacer el llamado a la naturaleza instintiva es una necesidad.

La mujer salvaje se plantea desde un principio como una fuerza revolucionaria y liberadora, primero porque es salvaje, no en el sentido peyorativo del descontrol y lo peligroso, que tanto miedo da a algunos y algunas cuando de una mujer se trata. Lo salvaje en esta energía psíquica, es lo que evidencia lo originario, lo instintivo, lo mágico y la fortaleza de la mujer. Y en segundo lugar, la mujer salvaje es la voz interior que nos aconseja, nos ayuda a sanar heridas, tener más herramientas sociales, mayor comunión entre mujeres, (al reconocernos con una herencia común), conexión con nosotras mismas y aceptación. Todos aquellos procesos que debemos vivir para no dejarnos maltratar ni desvalorizar y amarnos incondicionalmente.

Lo bonito de la mujer salvaje es que la puedes encontrar de distintas maneras:

"Si tienes una profunda herida, eso es una puerta; si tienes un cuento muy antiguo, esa es una puerta. Si amas el cielo y el agua hasta el extremo de casi no poder resistirlo, eso es una puerta. Si ansías una vida más profunda, colmada y sensata, eso es una puerta" (Pinkola, 2000, p.30).

Podemos llegar a ella en nuestras experiencias más profundas, solo basta con permitir la conexión mientras vives y haces lo que te haga feliz: tocando un instrumento, moviendo el cuerpo al compás de la música, observando los colores del atardecer, envolviéndote en el manto meditativo del mar o en el abrazo sincero que damos a nuestros seres queridos. La mujer salvaje está ahí, expectante, contigo siempre, lista para acudir a tu llamado porque sabe que una vez le das un nombre comienza a existir y cuando existe, puede ser tu mejor amiga.




Referencia bibliográfica

Pinkola, C. (2000). Mujeres que corren con los lobos. Madrid: Sine qua non.



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