No me mires, no me mires: mi experiencia con el maquillaje



“No me mires, no me mires, déjalo ya, que me hace falta maquillaje” (Mecano).

El epígrafe de este artículo pertenece a la famosa canción de Mecano Maquillaje. En ella una mujer le pide a otra persona que no la mire porque está sin maquillaje, despeinada y sin dormir. En la tercera estrofa el pegadizo no me mires se invierte a mira ahora, pues la muchacha en cuestión, ya está maquillada.

Pensé inmediatamente en esa canción cuando me planteé escribir sobre mi experiencia con el maquillaje. Además de la letra, que es bastante evidente, por el tono irónico que esta tiene. Pero bueno, comencemos desde el génesis de esta experiencia.

A mediados del año 2014 mientras veía x matinal en x canal, unos periodistas cubrían un concierto de una banda de gusto adolescente. Los años encima no me permiten recordar detalles, pero a las niñas les preguntaban porqué se maquillaban. Y de las tantas respuestas que daban, pude reconocer un patrón significativo “así me veo más bonita” que visto desde la vereda contraria sería “soy fea sin maquillaje”. Me generó tanto impacto que niñas de 11 y 12 años se expresaran así, que me llevó a la pregunta ¿y tú por qué te maquillas?

Esa pregunta se apoderó de mis pensamientos y comencé a recordar frases como “espera, deja echarme una manito de gato primero antes de salir”, “me voy a pintar un poquito que tengo cara de poto”, “no puedo salir con esta cara”, “ni cagando salgo con estas ojeras”, y así una serie de comentarios que mis amigas y yo repetíamos inocentemente. Inocencia que respondía a la ignorancia de mis acciones, porque una vez que me miré al espejo y me di cuenta que mi rostro natural y limpio me parecía ajeno, imperfecto, arreglable, cambió la situación. Llevaba años con el hábito de maquillarme para salir y empecé a sentir dicha práctica como una máscara. También noté que a veces era molesto, que cada vez que daba un beso dejaba marcado el labial, cuando tomaba en un vaso, labial, cuando me limpiaba la boca con la servilleta, labial. Incluso a veces tenía la boca como payaso porque se corría. Convengamos en que no era el mejor labial del mundo, sí, pero como fuera, andaba siempre: roja. Con el delineador me pasaba lo mismo, me rascaba un poco los ojos y se corría o andaba con una capa seca negra que, al revés de hacerme ver mina top model, parecía que hubiera carreteado dos días seguidos.

Los mensajes eran claros, me gustaba maquillarme porque me creaba la ilusión de verme más bonita, pero me cargaba todo lo que implicaba, el gasto de tiempo, las incomodidades y su toxicidad. Así que decidí dejar de hacerlo. El proceso no pasó desapercibido, me tuve que reacostumbrar a mi rostro, pasé vergüenza y tristeza, me sentía en desventaja frente a las demás mujeres y entendí que la raíz estaba en mi autoestima. Tenía tremenda deuda con mi autoestima física, en cómo me percibía y cómo quería ser percibida. Lo bonito es que finalmente como cualquier habito, me acostumbré y comencé a valorizar mi rostro de otra manera, a reencontrarme con su belleza, aceptarla, quererla, pero por, sobre todo, comencé a mirar críticamente los estándares de belleza. Me di cuenta que mi disconformidad era más profunda aún, y no era solo el maquillaje, tampoco me gustaba ser baja, de caderas anchas, ocultaba mis pechugas porque son grandes y así, suma y sigue. Porque cuando te abren la puerta a la perfectibilidad, caes en un pozo sin fondo.

Con este relato no pretendo hacer una apología al acto de no maquillarse versus el sí maquillarse. No creo que las cosas sean buenas y malas de por sí, cada una le da la connotación que quiera y necesita. Pero sí, es importante saber el por qué hacemos lo que hacemos. Desde que somos niñas interiorizamos información y conductas de todo tipo, algunas constructivas, otras menos para nuestra persona, y entre esas, un estándar de belleza bien específico y que con el tiempo se ha mostrado cruel y descarado con el cuerpo y la imagen de la mujer. La publicidad ha sido el medio más masivo para fomentar esta visión, que más que sugerencia es una exigencia y que ha traído como consecuencia enfermedades tan críticas como la bulimia, anorexia, baja autoestima y sensación de vacío.

Estamos hablando de algo realmente serio. El cuerpo es el primer vehículo de identificación, es lo que delimita frente a otro, con él realizamos acciones y nos comunicamos. Tantas exigencias a la imagen personal, va mermando la comodidad y va insegurizando silenciosamente, hasta que estamos comprando zapatos con taco para vernos más altas, usando push up para tener las tetas más arriba, pantalones apretados para lucir el trasero redondo, delineador de labios para hacerlos más gruesos y carnosos, polvos para cubrir pecas (entre otras imperfecciones), cremitas para no envejecer, y un largo etcétera.

La publicidad nos vende la pescá de que somos imperfectas, de que ser como somos no está bien y de esa manera crea y recrea una serie de necesidades que refuerza desde la carencia y el miedo a ser rechazadas. Porque obvio, para qué conformarse con ser “normal” si puedes verte como esas modelos que les brilla la piel en los comerciales, que no envejecen ni tienen marcas en la piel. Perfectas. Altas. Rubias. Flacas. Jóvenes. No hay nada de malo en ser así, para las que nacieron altas, rubias y flacas.

Lo que me parece peligroso es que estos modelos se establecen como la regla general y si no estamos atentas se apoderan de la mente como estereotipos o se manifiestan en el lenguaje como prejuicios ¿y qué obtenemos de ello? Mujeres con niveles groseros de auto exigencia e insatisfacción, haciendo dietas todos los lunes, ocultando su cuerpo y maquillándose hasta para dormir. Porque el axioma que representa esta realidad, es que nunca recibiremos suficiente de aquello de no necesitamos. Y si no nos empoderamos y comenzamos a darnos más amor y menos crítica, seremos fácilmente manipulables por los intereses ajenos. Así que si usted niña, mujer, anciana siente el llamado o si en su interior tiene la inquietud, haga la prueba y descubra si el acto de maquillarse o vestirse de tal o cual manera responde a una elección personal y estética, o por el contrario, es un parche temporal para sus heridas.




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3 comentarios

  1. Yo llevo más de un año sin maquillarme, no uso base, no tengo si quiera una que pueda usar. Solo me pinto los ojos a veces y de vez en cuando los labios. Me gusta mi piel y mi cara limpia, natural. Cuando dejé de maquillarme me veía fatal, se nota que el maquillaje había hecho mal efecto en mí. Con los meses la piel comenzó a mejorar y me empecé a ver cada vez mejor. Si antes no salía de casa con la cara limpia, ahora es al revés, me encanta mi rostro así y lo veo más bonito que nunca.
    Eso me ha hecho quererme más que nunca. Usar maquillaje no es malo, pero sí es malo que tu vida y tu día a día dependan de él.

    Besos.

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  2. Que buena entrada! me gusta pensar que podemos transformar cosas, y cada vez que las leo siento que algo se va transformando en mi. <3

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  3. Muy buen artículo sobre el maquillaje, aquí comparto un enlace en donde hay varios cursos de maquillaje en línea gratis, espero que os ayude: ¿Qué curso de maquillaje debo hacer en 2020?

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