La cleta es una aliada feminista


Llevo tiempo queriendo compartir estas ideas con la finalidad de invitar a más compañeras a experimentar el placer cotidiano de lucha y pedaleo. Entonces, quisiera comunicar algunos sentipensares en torno a la Cleta, ya que, ésta ha sido mi compañera por más de 7 años y me ha permitido aprender mucho. Aprender mucho sobre mí, sobre la violencia, sobre la apropiación del cuerpo, de sentirme y sentirla como un arma de lucha, de feminismo y, principalmente, de autonomía.
Primero, la Cleta es una aliada feminista, una compañera de ruta y de lucha. ¿Por qué? Teniendo como base que ‘lo personal es político’ (como señalan las feministas radicales) quiero contarles que desde hace 7 años que me movilizo en bicicleta dentro de la ciudad de Santiago. Comencé desde mi casa en La Florida al metro Vicente Valdés (4kms aprox), empecé a dar pequeños paseos a la comuna del sector surponiente para fotografiar murales. Luego, de vez en cuando me iba a la comuna de Lo Prado o a Estación Central para ir a la universidad. Ya viviendo de forma independiente, no la solté más. Primero partí por la vereda, con casco y muchas luces, luego empecé por las escasas ciclovías hasta que me bajé a la calle llegando a recorrer más de 100kms a la semana en algún momento.
¿Cuál es el anexo entre feminismo y pedaleo? En este mundo sumamente patriarcal, en donde nos han enseñado a las mujeres a ser sumisas, dejarnos llevar por otro (padre, pareja, hermano, etc), depender de otro y donde nos han excluido de todo, la bicicleta se ha vuelto una aliada, un arma dentro de esta guerra que vivimos a diario. ¿Por qué? La ciudad está hecha para la industria automotriz, las calles están pensadas para los autos. Pensemos que todes somos peatones y recordemos las veredas: angostas, con hoyos, disparejas, con grifos o postes entremedio. Ahora, pensemos en el transporte público: lleno, caro y siempre con la incertidumbre del tiempo que nos demoraremos en llegar a destino, sin olvidar las altas probabilidades de vivir acoso sexual.
Por otro lado, ya sabemos todos los beneficios del uso de la bicicleta: hacemos ejercicio, mejora nuestra salud, bajamos de peso, nos demoramos menos, y una larga lista, pero para mí, y aquí lo fundamental de todo este escrito, me ha dado AUTONOMÍA: el mayor beneficio de andar pedaleando por la ciudad, autonomía de movimiento y de tiempo. Tal como señala Lagarde (1997) la autonomía es un proceso de poder, cultural, sexual, económico, histórico que se constituye en un cuerpo vivido a través de procesos sociales vitales, en donde las mujeres hemos sido formadas para estar para otros, por lo cual, generar nuestra autonomía es fundamental, es un pacto político, ya que, reconstituye el poder tanto a nivel individual como colectivo.
Andando en bicicleta no dependo de un horario como sucede con el metro, no tengo que esperar detenida en un lugar como sucede con la micro (y a veces exponerme a situaciones desagradables o riesgosas), no me expongo a estar en un lugar cerrado y que me acose el conductor como ocurre con los taxis o uber (que son pan de cada día), no tengo que revisar si tengo dinero para pagar alguno de estos servicios o moverme a un punto para poder llegar a destino, la bici está siempre a tu lado. En ocasiones me podré demorar más que otros medios, pero sé que llegaré a raíz de mi capacidad, de mi fuerza, que dependo sólo de mí. Si estoy cansada puedo detenerme un momento, si quiero andar más rápido o más lento, sólo depende de mí.
En base a lo anterior, he desarrollado más AUTOESTIMA y CONFIANZA en mí misma. Saber que pude recorrer tantos kilómetros gracias a mi esfuerzo me ha permitido sentirme capaz de lograr muchos de mis procesos controlando la ansiedad, la cleta me ha enseñado que hay que poner todo el cuerpo, mente y corazón para llegar al objetivo, y extrapolar esta sensación a cada aspecto de mi vida me ha permitido ir creciendo. Lograr situaciones que no creía posible. Es la materialización de mis logros.
En la educación chilena (aunque probablemente en la educación en general), desde el curriculum oculto (eso que no está escrito, pero que pasa. Lo que hacen las personas adultas de forma consciente o inconscientemente) a las mujeres nos enseñan a estar más quietas, a no participar de los deportes, a ser más calladas, a “vernos bien”, es decir, a preocuparnos del qué dirán de nuestro cuerpo, por lo que no es bueno sudar, no nos creen capaces de tener logros en estas áreas (y en muchas más). Nos alejan del deporte y no nos dejan experimentar con él. No nos dejan sentirnos dueñas de nuestras capacidades físicas a menos que sea desde el estereotipo femenino como el baile (mayoritariamente dirigido a niñas y dirigiendo el  fútbol a niños). [Sabemos que la educación es sexista, pero si quieren leer más al respecto, les recomiendo comenzar por “Educación sexista: hacia una real transformación” de la Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres].
Con la cleta aprendí que yo soy PRIORIDAD y que tengo que CUIDARME mucho para seguir en esta lucha constante llamada vida. Un principio que he ido reforzando con la cleta y, que aprendí con el feminismo, es la importancia del AMOR PROPIO para evitar situaciones de violencia, para reducirlas. Creo que la mayoría hemos aprendido esto a raíz de mucho dolor y angustia. Aprendí la importancia de tener un cuerpo firme y fuerte para defenderme, para poder huir lo más rápido posible si es que tengo que hacerlo porque puedo ser vulnerada. Fui cambiando mi ropa y accesorios, me fui dando cuenta que algunas ropas me incomodaban y si no podía pedalear con ellas, no vale la pena tenerlas. He ido priorizando mi cuerpo, mi bienestar, mi autonomía. Dándome cuenta que en lo más cotidiano tenemos el patriarcado inculcado. Desde mi ropa hasta mi actuar, y que poco a poco, he ido tomando esa conciencia buscando cada vez más la coherencia vital.
Aprendí que tengo que anticiparme a situaciones, aprendí a reducir las posibilidades de exponerme al peligro, a prever algunas acciones para buscar la forma de sentirme cómoda, tranquila y segura. Por ejemplo, aprendí que si es de noche y voy pedaleando tengo que ser vista para evitar que me choquen, aprendí que si estoy borracha en un carrete, pueden violarme, por lo que mejor no bebo alcohol para estar atenta, tanto en el carrete como en la calle. Más si es de noche. Aprendí a tener cuidado, por mí, aprendí a prever y anticipar. Aprendí que siempre hay que estar atenta por si aparece un auto asesino o si aparece un macho agresor.
Aprendí a PRIORIZARME, a no estar pendiente de gustarle a un hombre y complacerlo, aprendí que si quiero vivir tengo que concentrarme en mí, y no en otro, si no quiero que me atropellen tengo que cuidarme y quererme, que si quiero estar a salvo, no tengo que esperar un hombre “salvador”, “un protector”, sino más bien tenía que transformarme en mi propia salvadora, mi propia protectora. Dejar de esperar al príncipe azul que todo iba a resolver porque ahora soy yo quien tiene las riendas de mi vida, los pedales que definen mis propias rutas.
También aprendí con la cleta y el feminismo, la importancia de RECOBRAR NUESTRO CUERPO. Si bien, en general tengo prácticas basadas en oír mi cuerpo y conocerlo, con la bici lo fui fortaleciendo, tomé conciencia de que mi cuerpo puede ser un arma y que es un territorio de lucha y por eso, más tengo que fortalecerlo y cuidarlo. Cuando una ha sido violentada sistemáticamente desde que nació por el solo hecho de ser mujer, en donde nuestro cuerpo ha sido arrebatado, donde todos pueden opinar sobre él y hacer con él lo que quieran, RECUPERARLO, HACERLO PROPIO es una gran batalla ganada, más bien una guerra permanente.
Aprendí a mantener la calma ante situaciones peligrosas para priorizar mi seguridad, he aprendido a mantener el equilibrio y a concentrarme en el camino, lo que me ha fomentado la concentración. Las veces que he ido pensando en otras cosas, han sido los momentos en donde me he caído o he estado a punto de accidentarme. Lo mismo en el cotidiano siendo mujer, hay veces que olvido que vivimos en un sistema patriarcal y paff! Justo un acoso en la calle, un acoso en el carrete, una compañera relatando la violencia vivida por algún ex, etc. Hay que estar siempre alerta porque es una guerra permanente, el patriarcado y la lógica automotriz son guerras que se van luchando en conjunto con las amigas/compañeras y sobre la cleta.
Vamos perdiendo el miedo paralizante, vamos ganando espacio público, vamos ganando autonomía, vamos subiéndonos a la cleta. Ganemos fuerza, tomemos las calles con nuestra autonomía, seamos miles sobre dos ruedas y reduzcamos depender de otros, de esos otros que nos quieren sumisas, calladitas, débiles y dependientes para que puedan seguir en la comodidad de sus privilegios.
He perdido el MIEDO PARALIZANTE de moverme en bici. No voy a mentir: las primeras veces que salí en mi bici, lo hice por la vereda con casco, con las millones de luces que podía ponerle aunque fuera de día y poco a poco me fui dando cuenta que en la vereda incomodaba a las personas, que me demoraba mucho más y bueno, me tiré a la calle. Al principio lo hacía gritando porque quería seguir pedaleando pero me daba mucho miedo, sobre todo porque iba por Trinidad y Santa Rosa, dos calles llenas de camiones y micros. Fui agarrando seguridad al saber que por ley la calle es nuestra también, fui aprendiendo la lógica del auto para pelearla y cuidarme.
Y ¿Por qué señalo el miedo paralizante? Porque a pesar de los años que llevo pedaleando, nunca he perdido el miedo (y espero no hacerlo), pero es un miedo que me mantiene atenta, un miedo de estado de alerta que me previene de situaciones peligrosas como un hoyo en la calle más un perro que me puede atacar y una persona bajándose del taxi y que abre la puerta sin mirar, todo eso en una sola escena y allí tengo que estar alerta porque la que va a salir perdiendo seré yo, nadie más. Tengo que estar atenta que un tipo no me arrincone con su auto mientras pedaleo para sólo hacerme notar su poderío de hombre automovilista, estar atenta al hombre que intente besarme mientras paso pedaleando por la alameda sin medir que su acoso puede ocasionarme un accidente fatal, atenta a que un tipo que me sigue en la ciclovía para decirme que quiere tener sexo conmigo porque le encantan las cleteras. Todas estas situaciones me han pasado, sólo por nombrar algunas. Atenta a que el patriarcado está en todas partes, de que nos han enseñado que el espacio público es para “ellos” y que si deseamos usarlo tenemos que asumir las consecuencias por “atrevernos a desobedecer”, por esto y por mucho más, es que una va generando estrategias y tácticas, una se va armando.
Se aprende a gritar, a pegar y a estar cada vez más atenta. Lo mismo me ocurre cuando estoy en lugares donde hay hombres que no se cuestionan el patriarcado, tengo que estar atenta que no estén invadiendo mi espacio privado, que me dejen hablar, que no vayan a drogarme y violarme. Lo mismo ocurre cuando estoy conociendo a un hombre por primera vez, estar atenta que no quiera someterme, violentarme, engañarme con sus palabras para luego demostrar su rostro de agresor. Esto suena a paranoia, pero bueno, déjenme decirles que esto lo aprendí desde mi experiencia, aprendí de la experiencia de las mujeres de mi familia, de mis amigas, de mis compañeras. No estoy contando ninguna novedad, y si usted le parece una exageración, le increpo a que hable con las mujeres que conoce, pero una conversación de verdad, esas donde relatamos las violencias vividas en el cotidiano, las violaciones que cargamos, los abusos cometidos por el solo hecho de que somos mujeres. Tal vez allí se den cuenta que es un problema social, público y no privado como nos han hecho creer, que no es paranoia, sino que es APRENDIZAJE de guerra.

Entonces, esto es una guerra, siendo mujeres (cis, trans) el patriarcado siempre nos hará creer que no somos capaces, que tenemos que someternos porque los castigos son los abusos, las violaciones y la muerte. Nos enseñan a tener miedo, claro porque son castigos difíciles de sobreponerse, pero cuando ya se viven y se sobrevive, nos hacemos fuertes, surgimos más poderosas, más emancipadas. La cleta hace lo mismo, ese primer viaje sobre pedales puede ser peligroso y con mucho miedo, pero el momento en que llegas a tu destino, nadie te quita la satisfacción de haberlo logrado por ti misma y sobrevivir. Te fortaleces. Y cuando te encuentras con una compañera en la ruta y sabes que está en la misma, viviendo el miedo y la autonomía, sabes que no estás sola y deseas que seamos más, cada vez más mujeres luchando, cada vez más cleteras en la calle, cada vez más mujeres uniéndonos para sobrevivir la guerra patriarcal. En la calle, en la casa, en el trabajo, en todos lados, espero encontrarme con compañeras dando la lucha. Las admiro y me motivan a seguir. También pedaleo pensando que en un futuro no lejano, más niñas puedan tomarse la calle en cleta y que esto sea un espacio más ganado para nosotras porque cuando empecé no veía mujeres en la cleta, en cambio ahora, las veo, nos encontramos, cada día somos más. No nos rindamos, sigamos pedaleando y luchando. Unidas somos más fuertes, más fuerte es el golpe al patriarcado cuando nos armamos y amamos entre nosotras.

Share:

2 comentarios

  1. Gracias por compartir tu experiencia, me das mucho aliento

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por leer. Nos vemos en las calles sobre nuestras ruedas <3

      Borrar