Mi peor enemiga soy yo
Kathrin Honesta - Ilustradora |
Quiero comenzar este escrito contando que llevo más de un año luchando contra la depresión. Mentira. Comienzo de nuevo. Llevo más de un año luchando contra mí misma. Maltratándome. Desoyéndome.
Mi
lucha comenzó tiempo después de salir de la U, cumplí una de mis metas máximas
de buena manera, y ahora tenía que continuar con las demás como si se tratara
de una lista de exigencias que debía cumplir para SER ALGUIEN EN LA VIDA.
Porque para ser alguien no basta solo con vivir, ¡No, señora!
Se
me venía un hermoso camino trazado por mis manos perfeccionistas y exigentes.
SIMPLE. CORRECTO. SEGURO. Tan simple,
correcto y seguro, que en unos cuantos meses mi estabilidad mental se fue a la
mierda.
Partamos
con que soy ansiosa desde hace años, los deber ser me persiguen incluso cuando
cocino, tiendo al negativismo y me da miedo fallar. Agreguémosle a lo anterior
que tenía exigencias tan altas y debía cumplirlas todas en un tiempo tan
acotado que claramente no las iba a poder cumplir. Tenía tanto miedo de fallar
que comencé a paralizarme de a poquito, primero un pie y luego otro. No me daba
cuenta que estaba viviendo una crisis vital, era normal tener miedo, era normal
que las cosas no salieran a la primera, pero yo no lo aceptaba, y como una
hilera de dominós mi autoestima comenzó a destruirse de a poco.
Mi
familia no lo supo. Tampoco dejé entrar a mis amigas en esto, en mi
sufrimiento, les tiraba solo pequeños atisbos de un hoyo gigantesco que tenía
en el pecho. No quería que nadie supiera cuánto sufría porque me sentía muy
avergonzada, ¿una psicóloga con depresión? ¿Una psicóloga yendo a la psicóloga?
¿Qué iba a decir el resto? Tenía mucho que ver con la imagen de mina capaz y
fuerte emocionalmente en la que me había encerrado, pero también temía la poca
empatía de la gente, el hecho de que algunos son alérgicos a cualquier
sentimentalismo o “debilidad”, a esta sociedad que te hace sentir culpable si
te derrumbas, a que debes mantenerte funcional a pesar de tus amarguras, a que
ante los intentos de suicidio muchos solo dicen “lo hizo para llamar la
atención”, como si fuera un juego infantil cortarse las venas o ingerir un
frasco de pastillas. Y anda a tirarte desde el Costanera, ¡Qué horror! ¿No ven que
estamos vitrineando?
Y
creo que me encontré con eso, porque tenía re pocas amistades, pero cuando
comencé a ensimismarme y a volverme “latera”, "pesimista", “andas rara”, “pucha arriba el ánimo
que no es el fin del mundo”, ahí se quedaron muy pocas, poquísimas, pero valen
por un millón.
Me
gustaría decir que me escuché, que apapaché mis dolores y me di el tiempo para
sufrir sin cuestionarme, para vivir algo que tenía que vivir después de años
jugando al autocontrol. Pero no lo hice, porque pucha que cuesta hacerlo con
una, pucha que cuesta no sentirse culpable si no tienes ánimos de nada, pucha
que cuesta que los demás te digan “te comprendo”, “¿juntémonos a comer papitas
mientras lloras en mi hombro?”. No. Siempre lo que sale primero es “Pero ánimo,
que todo saldrá bien”, “pareciera que no quieres estar bien”, y una dentro de
su angustia lo único que piensa es “¡No, es que nada va a salir bien!”, “Pienso en morirme todas la noches, ¿Cómo alguien puede estar bien así?”.
Y
no es que una sea fatalista o irracional, porque yo tenía
bien claro que el mundo seguía girando, que mis posibilidades estaban ahí al
alcance de la mano, que mi vida continuaba a pesar de las dificultades, pero
una cosa es lo que se sabe y la otra lo que se siente, y yo no me sentía capaz
de estirar la mano y agarrar ese futuro brillante que se suponía que tenía. Era
como si la caja de pandora donde tenía encerrados mis miedos e inseguridades se hubiera abierto y tomado el control de mi cuerpo y mis
emociones, de quién era. Y no me gustaba quién era. Aun no me gusta. Y puta,
ahora pienso en lo que pensarán, que soy la creadora de un blog feminista que
no se quiere a sí misma, ¿eso en qué feminista me convierte? En alguien REAL.
AUTÉNTICA. IMPERFECTA.
Y
sueño con que el día en que diga SOY IMPERFECTA, lo pueda decir tranquila,
segura de quién soy, amándome muchísimo por mis virtudes, pero también por mis defectos, porque el problema de solo estar orgullosa de lo que haces bien e
intentar ocultar todo lo que haces mal es que la vida es desorden, es error, es
un caos inmenso en el que una se pierde y se derrumba si solo vive de sus
aciertos.
Tuve
la fortuna de poder ir a la psicóloga, de tener dos amigas y un pololo
que son las mejores personas del universo, de tener una familia que aún no me
presiona para que salga al mundo y deje de ser una sanguijuela, de dos hermanos
que me hacen reír y siguen jugando y viendo películas malas conmigo. Sobre todo
he tenido tiempo, tiempo para acercarme cada día más a la vida, insegura, sí, y
recagada de miedo, también, pero me alejo de la muerte, y la vuelvo a ver como
algo inevitable, propio de la vida, pero que no me tiene que ocurrir esta
noche, ni tiene que ser por mis propias manos.
Especialmente
he tenido este año para aprender de mí, y equivocarme mucho, muchísimo más de
lo que lo he hecho en mis 27 años de vida, equivocarme conmigo. Y cuando digo
eso me refiero a que una y otra y otra vez tuve que descubrir que no me estaba
cuidando, que no me estaba aceptando, que no me estaba amando, ni qué decir de
algo tan vital como el apapacho propio. Vivo una lucha constante entre desear
abrazar a mi niña interna y querer retarla/criticarla/moldearla.
Escribo
esto porque quiero derrumbar algo, ese muro de corrección, esa imagen de una
Gisselle que ya no existe, porque cuando vuelva a armarme no seguiré siendo la
misma que fui antes, para nada, seré mejor y también peor, quién sabe. Pero también
escribo porque quería compartir mi experiencia, no solo con las que me conocen,
sino que especialmente con todas las lobas temerosas y heridas que están por
ahí en el bosque, entre los animales salvajes que intentan dominarnos y
encasillarnos, CALLARNOS.
Quiero
decirte a ti loba, que hice este blog para salir de a poquito, porque sentía la
necesidad de contactarme contigo, porque este año ha sido difícil y quería
aullar de rabia, porque una muchas veces no es capaz de sacudirse tantos años
de expectativas, de deberes, de malas palabras, de malos tratos. Muchas veces
me dicen directa o indirectamente que no sirvo y me lo creo, muchas veces nos
dicen que somos histéricas y los escuchamos, tantas otras nos achacan los grandes
males de la civilización y nos sentimos culpables, malditas, paganas. Nos
sentimos incluso culpables por sentir, por sufrir, por ser felices.
¿Pero
sabes qué? Las peores veces son cuando una misma se dice tantas malas cosas,
cuando una se termina creyendo toda la mierda y en vez de mirarlos con fiereza,
agachamos la cabeza y nos repetimos una y otra vez que todo eso que otros nos
dijeron es verdad. No hay nada más doloroso que machacarse una misma, porque
estás contigo todo el tiempo y porque no hay enemiga más letal que tú misma,
que conoces todos tus errores y defectos.
Y
como esta es una lucha constante, y a veces me siento fabulosa, y otras vuelvo
a mis malas costumbres, digo como un mantra ERES SUFICIENTE. Pégatelo en la
frente como yo, píntalo por todas las paredes de tu cuarto, haz lettering con
las palabras, escribe sonetos en tu nombre, téjete una bufanda, hornea un
pastel para ti, deja de ir a esa tienda de mierda que solo tiene vestiditos
talla xxs, llévate de paseo al cine, date placer, mira las aves y piensa que tú
también eres capaz de volar bien alto. Piensa, pero más aún siente y acepta que
no te falta nada, que naciste completa e imperfecta, como yo, como todas.
Tags:
Huellas
1 comentarios
Casi lloro al leer esto, me siento sumamente identificada. Sigue escribiendo sobre este tema tabú: depresión. Me quedo en tu blog y no me voy.
ResponderBorrar