Corriendo con lobas
Con tecnología de Blogger.
  • Inicio
  • Instinto Violeta
    • Aullidos
    • Huellas
  • Letras de Mujer
  • Ella la Hizo
  • Esparcimiento
    • Arte
    • Audiovisual
    • Música
    • Letras
  • El Árbol
    • Conocimiento
    • Secretos
  • Guía Lobuna

                            

“Por el filo de mi cama
se pasea
una luna lobezna.
Plenilunio de rabo plateado.
En cada átomo de baba lunar,
fluye una jauría
de lobos transparentes”

Con estos versos lobunos, comienza Lunática, libro de poesía ilustrado para niñas y niños, publicado en 2015 y ganador del premio Hispanoamericano de Poesía para Niños. En él nos encontramos con una poesía sutil y profunda a manos de la escritora mexicana Martha Riva Palacio y con ilustraciones de Mercé López, que grafican y dialogan constantemente con el lenguaje poético.

En Lunática, página a página se despliegan ilustraciones de trazos que van de lo difuso a lo concreto, con colores más bien oscuros y pasteles, y que generan una atmósfera del interior, colindando cada momento con la subjetividad de la protagonista.

Desde el inicio, conocemos la historia de una niña que “Por culpa de un lengüetazo de luna” se convierte en niña-loba. Desde ese punto, nos adentramos cada vez más en su mundo emocional, conociendo su más profunda intimidad: soledad, aburrimiento, tristeza, molestia y alegría acompañada de carcajadas luminiscentes aparecen y desaparecen en un vaivén lunático.

Entre emoción y emoción, se hace latente la conexión de esta niña-loba con la naturaleza. En constante transformación, la niña-loba, nos evidencia un pasaje importante en el desarrollo del ser: los cambios veloces e intensos de una preadolescente, aprendiendo a lidiar con su mundo interior y descubriendo su propia naturaleza. Naturaleza que se expresa inminentemente salvaje

“Lunática.
 Corro a cuatro patas
por la estepa deshilachada
de mi alfombra”



Observa, grita, aúlla a la luna, corre y se rasca las pulgas con la pata trasera “¡Eres una niña, no una loba!” le ruge su padre, y ella responde, soplando y soplando su casa para derribarla, pero… no lo logra, entonces “Afilando mi sonrisa/ repleta de colmillos,/ rasguño feroz el aire”. Incomprensión. Una distancia social entre niña y adulto. La mamá la envía a su cuarto “Jaula de vidrio-ladrillo” donde al menos dice “puedo rascarme como yo quiera”.

Con las emociones a flor de piel, esta niña irá develando frente al lector, la escisión entre el mundo interior y exterior, esa distancia infranqueable entre seres humanos, el yo y el nosotros, la individualidad y la colectividad, que muchas veces es tan desafiante como fortalecedora. Más, cuando de la subjetividad emocional se trata. Esa es una de las razones por las que éste libro me parece altamente recomendable para la lectura desde la pre adolescencia hasta la adultez. No hay límites de edad. Y, para quienes han normalizado la anormal idea de que la emoción es negativa, y que nos hace parecer débiles o vulnerables, en Lunática, la emocionalidad se experimenta a concho y abre las puertas al (re)conocimiento y la libertad.  

Lunática, tiene mucho de la mujer, descrita por Clarissa Pinkola, en su libro Mujeres que corren con los lobos. En él, se versa detalladamente sobre el arquetipo, exclusivo femenino, de la Mujer salvaje. Una mujer que reconoce en sí la sabiduría ancestral, el conocimiento de su linaje y una forma sana de relacionarse consigo misma. Si bien, de manera textual no la encontramos en Lunática, sí, podemos observar en ella, el sentido de propiedad de su mundo y la búsqueda del entendimiento interior, su relación con la naturaleza y lo abstracto, elementos que culminan con un empoderamiento figurado.

Lunática, es una lectura sugerente y enigmática, crítica a veces, comprensiva en otras. Sin duda alguna, un viaje a la naturaleza interior de esta joven amante de la luna. La invitación es a aventurarse a la lectura de esta obra que, sin dudar, te acogerá en su mundo y te devolverá con la sensación de haber conocido a una niña-loba que no teme aullar. 

Pero no importa
porque
está esa tarde,
esa
única tarde,
en la que la casa
sí se encendió
y,
desde la puerta,
alguien
-el que sea-
te llamó                                             
                                                         de vuelta al mundo.




He estado leyendo harto manga últimamente, especialmente yaoi (boy’s love/relaciones amorosas entre hombres). Mi gusto por el yaoi es algo que se remonta a mi adolescencia, así que he leído harto, harto, y aunque me gusta bastante, con los años me he ido volviendo cada vez más crítica al respecto, porque aunque el yaoi es bastante empalagoso y otras muy hot, la verdad es que está lleno de roles de género, machismo, situaciones de abuso, dominación, violencia que se romantiza, etc. No en todos los yaois es así, obvio, sino hace rato que hubiera abandonado su lectura. Pero en la gran mayoría se instala una idea que me aterra y es que el/la otr@ nos pertenece, de que no somos dos, sino uno y por amor tengo que aguantarlo todo, incluso eso que me hace daño.
Esto no solo sucede en los yaois, en los mangas románticos de relaciones hetero igual aparece con fuerza, en los libros juveniles para qué decirlo, esta idea está a la orden del día y parece que es lo que vende (pienso en Crepúsculo, After, Una Corte de rosas y espinas). Cuando he conversado de esto con algunas personas me dicen “no porque lo lea significa que me va a gustar tener una pareja que me maltrate”. Y es verdad. Pero el problema para mí es que en las novelas  y mangas estas relaciones de dependencia y maltrato se idealizan: te hago pasar mil penas, pero luego al final tú me cambias, yo cambio por amor a ti, te controlo, te celo, te insegurizo, te hago sentir que sin mí no eres nada, te daño, pero todo es porque no puedo aguantar lo mucho que te amo.
Y el problema no sería que fueran una o dos historias así, ¡sino que son muchísimas! Y mi pregunta es ¿Por qué? ¿Y por qué gustan tanto?
Creo que en el fondo es porque todas esas ideas las compartimos, hay una forma de ver el amor que es muy dañina y sigue viviendo en mucho@s de nosotr@s. Sigue siendo romántico pertecer solo a una persona, que haya alguien destinad@ solo para un@, sigue siendo "lindo" volvernos un@ con la pareja y vivir junto a él/ella como si fuéramos una isla, eres mí@ y yo tuy@ y no importa nada más.
Toda esta reflexión viene porque me desperté con la noticia (en Chile) de que un joven mató a su ex pareja y a la madre de esta. Y la razón que dio fue que no había soportado el quiebre de la relación. O sea, ¿tan dolido estabas que la prefieres muerta a ella y a su madre con tal de borrar el dolor que te causó la perdida? ¿Tan dueño te sentías de ella? “Si no te tengo yo, no te tendrá nadie” El amor como propiedad. El amor visto como aniquilación. El supuesto amor de nuestras vidas que nos anula y nos mata a nosotras las mujeres (al menos acá en chile en pocos días ya van 5 femicidios más).
El problema para mí no es que haya un final feliz, sino que nos vendan uno con la persona que no me ama, que me maltrata, que en la realidad si me tratara así el final sería muy diferente. Por eso es que no puedo leer algo como 50 sombras de Grey sin querer tirarlo por la ventana, no me puedo tragar una supuesta historia de amor donde la protagonista es una virgen sumisa que se enamora perdidamente de un completo idiota controlador y violento, pero que es así por su “pasado oscuro”, que es malote, pero tiene un corazón blando y herido. No puedo, y no voy a leerlo sin criticarlo hasta el cansancio porque siento que me quieren convencer de algo que está mal.
Así que voto por más historias de amor donde el amor sea respeto, cuidado, crecimiento, libertad. Y donde los personajes como Grey terminen presos o solos en su miseria.


Aquí huyendo del amor romántico



Ilustración: Mariana Villanueva


Hace días que ando triste. Soy psicóloga educacional y veo con dolor como en diversos espacios educativos explotan las denuncias por violencia sexual, desde las más cotidianas hasta las más graves, desde las más evidentes hasta las más escondidas. Me toca un rol difícil, pues se espera de mi que escuche lo que nadie quiere escuchar, guarde la confidencialidad y encause esto hacia un lugar que no le haga daño a nadie. Se espera de mi que aconseje y asesore a tod@s los no psicólog@s en relación al tema, se espera de mi que contenga y sostenga a l@s desbordados, l@s víctimas y compañeros de trabajo perplejos, pero por sobre todo que me contenga a mi misma. Soy demasiado pequeña y demasiado humana para ser como se espera que sea, así que hago con cariño lo mejor que puedo, sabiendo que es insuficiente y que no seré yo quien salve el mundo.

En este escenario explosivo, l@s estudiantes asumen el rol de hacerse cargo de cosas que no deberían, pero que son necesarias y urgentes, como crear comisiones de sexualidad y género, recolectar denuncias de acoso y tomarse el colegio. Es más, nos dan una lección al hacerlo, exponiéndose a escuchar en primera persona la brutalidad y el dolor que caracteriza la violencia sexual.

Digo responsablemente que No deberían hacerse cargo, no porque su opinión sea poco importante, sino porque es nuestro rol como adultos protegerlos y educarlos, pero no es extraño que las cosas sean al revés, sabiendo que son esos mismos estudiantes los que cuidan de sus hermanos pequeños, los que cuidan a sus madres y padres con depresión o consumo problemático de alcohol y drogas, los que cuidan a sus familias desde lejos a causa de la necesidad de migrar para buscar un futuro mejor, los que cuidan de sus abuel@s enfermos y hasta cuidan de si mismos. Son esos mismos estudiantes los que representamos con un índice de vulnerabilidad que no logra reflejar su verdadero significado, que el 80% de nuestros cabr@s vive situaciones como las que describí antes.

Veo con preocupación que esos mismos niñ@s están ahora cuidando a otros niños, sin herramientas, sin contención, enemistados con l@s adultos. SOL@S. Solos con su rabia, solos con su adolescencia transgresora de normas, solos con la seguridad de que hacen justicia por sus propias manos al inmolarse.

¿Por qué nuestros cabros rompen todo? ¿por qué tienen tienen tanta rabia? Pues porque ven que los adultos se ríen, los ignoran, los creen exagerados y les piden silencio. ¿cómo no sentir ganas de hacer algo ante la realidad aplastante del abuso y el acoso a nivel nacional? ¿cómo no hacer algo con lo que leen en el diario, ven en las noticias y comparten en sus redes sociales? ¿Cómo no hacernos cargo como sociedad de la urgencia de cambiar una cultura patriarcal que nos violenta a tod@s? Escribo esto haciendo un llamado a reflexionar junt@s, tod@s y nunca más sol@s, para elaborar el dolor colectivamente y resignificar la violencia que tanto daño nos hace a diario, construyendo nuevos modos de relacionarnos basados en el respeto y cuidado mutuo.
Foto extraída del portal 24 horas
A través de buscador web

Camino con rabia, alerta. Camino muy alerta. Siento un bombardeo de casos de abuso e impunidad en los medios que me parecen intolerables, transitando entre el éxtasis del levantamiento feminista y el temor de una respuesta opresora. A veces me pregunto a dónde podría huir si una vez más se quebrara la democracia, dónde podría esconderme de un gobierno fascista y totalitario, cuánto podría resistir y que significa realmente resistir. ¿A qué nos podemos acostumbrar? ¿Cuánto podríamos tolerar que nos maten, nos torturen y nos violen? Pero es más triste la realidad, eso ya sucede. No es necesario pensar en posibilidades oscuras, cuando en realidad la pregunta es ¿Cuánto más vamos a tolerar que nos violen y nos maten?

Escupo fuego. Siento que mi voz y mi cuerpo entero se encienden. Y sí, cada vez soy más radical. Yo y mis hermanas escupimos fuego. Salimos a la calle a denunciar, nos organizamos y siento aún más miedo. ¿Por qué siento miedo mientras estamos en medio de una ola feminista revolucionaria? Me perturba la aplastante idea de que el patriarcado está adentro de nosotras, y que en el fondo estamos matando lo que nuestras madres y abuelas han albergado en sus cuerpos por tanto tiempo: El silencio, la sumisión y la complicidad.

Me horroriza la enorme magnitud del abuso, que a ojos de muchas personas es una excepción o anécdota, pues a esas personas y sus estrechos argumentos les cuento que hoy más que nunca siento orgullo y esperanza de mis compañeras, de nuestra valentía y nuestras luchas en todos los espacios, de las concentraciones afuera de la embajada española por el caso la manada, de las madres que se manifiestan con sus hij@s y familia en contra de los casos de abuso sexual infantil en Chile, de las múltiples funas a acosadores y abusadores, de las denuncias dentro de los espacios universitarios, del enfático repudio a machismos y micro-machismos como el vergonzoso polerón del Instituto nacional, de las tomas feministas, las asambleas de mujeres, las redes y organizaciones feministas que cada día se fortalecen y proliferan, entre tantas otras acciones y reacciones que construyen este ánimo de cambio.

Foto publicada el 28 de mayo del 2016 en el portal diario U. Chile
En noticia titulada: Educación no sexista. La otra lucha de los secundarios
Manifestación de estudiantes del liceo 1

Tantas veces escuché decir en asambleas universitarias que habían otras prioridades antes de las discusiones de género o que la cuestión de clase era más importante que la causa feminista, sin embargo, ahora escucho un grito unísono rugiendo, a todas las lobas aullando juntas y diciendo: ¡La revolución será feminista o no será! 

Ando con miedo estos días, me siento muy pendiente de mi entorno y si ando tarde en la calle intento siempre andar por lugares concurridos. Es extraño en mí porque cuando viajo me preocupo poco del entorno y de la gente. Pero se que es una reacción normal ante los hechos que han ocurrido en los últimos días: La insultante sentencia a los cinco violadores de San Fermín (La Manada), una chica es quemada en Perú por su ex pareja, en Chile una niña de un año y siete meses fue violada y asesinada por su "tío", una joven sigue desaparecida, ayer me enteré que a otra también la violaron entre cinco, pero acá en Chile…
Siento que inspiro un aire violento. Pero que expiro violencia también. Porque siento mucha rabia. Y dolor. Me dan ganas de llorar ante tanta injusticia y violencia hacia mis hermanas y yo. No me siento segura ya. No es que antes me sintiera muy segura tampoco, pero con todo lo que se ha conocido ahora siento que la violencia machista me respira en la nuca, que me pueden violar entre cinco, grabarme, sacarme los ojos, desaparecerme, luego encontrarme, pero solo para exponerme y juzgarme. Porque en este mundo cuando ellos hacen algo las que somos condenada somos nosotras.
Tengo rabia de vivir con miedo. Miedo a la violación.  La semana pasada iba en la micro tipo 11 de la noche, y de a poco la micro comenzó a vaciarse, de repente me di cuenta que estaba solo yo con otros 4-5 hombres contando al chofer, y me dio mucho miedo, faltaban aun unas cuadras para mi casa y me puse a imaginar lo que podrían hacerme, ¿Y qué pasaba si el chofer desviaba la micro del camino? ¿Y si se conocían y estaban esperando a una víctima? ¿Y qué iba a hacer si los miedos que mi mama me había metido en cabeza se hacían realidad esa noche? Comencé a hurgar en mi mochila buscando un arma con qué defenderme, pero no tenía mucho… y mientras eso sucedía quedamos en la micro el chofer y yo. Me dio más miedo porque él me miraba por el espejo retrovisor. Pero no pasó nada.
Un “nada” muy entrecomillas, porque cuando me bajé de la micro me dieron ganas de llorar de alivio y luego de rabia porque yo no debería sentirme con miedo, debería poder andar libremente y con la seguridad de que ningún hombre me va a violar. Y luego volqué esa rabia contra mi mamá, porque ella desde chica que me metió miedos en cabeza: que cuidado con salir de noche, cuidado con estar sola con tal hombre, ese lado es peligroso hasta de día, no te vaya a pasar algo, ¿Van a salir solos o acompañados?, no llegues muy tarde… cuidado, cuidado, cuidado. No recuerdo qué más cosas me decía, pero en cada una de ellas estaba escondida la posibilidad de una violación. Y me dio rabia acordarme de eso, porque sentí que en vez de enseñarme a tener miedo, debió haberme enseñado a ser valiente. Porque como ya hemos leído en varios lados "Vivimos en un mundo donde enseñan a las mujeres a cuidarse de no ser violadas, en vez de enseñar a los hombres a NO VIOLAR."
Luego me di cuenta que estaba siendo muy injusta y me enojé conmigo, pero más con este puto sistema patriarcal, porque la sociedad está enferma y nos viene fallando a todas desde hace tantos años ya y parece que no acaba nunca. Me da rabia porque si mi mamá me inculcó todas esas precauciones y miedos, es porque seguramente ella tiene miedo también, quizás cuántas cosas le pasaron, cuántos hombres la violentaron y ella aprendió que no se puede confiar en ellos. Que no estaba segura.  Y si ella no estaba segura, ¿Cómo se debe haber sentido cuando se dio cuenta que su hija iba a ser mujer? Me imagino el miedo que debió haber sentido mientras yo iba creciendo y correteaba cada vez más lejos de ella. ¿Acaso alguien se atrevería a juzgarla? Porque yo no. Si tienes miedo de tu seguridad, ¿Qué queda para ese ser precioso al que le diste la vida?
Por otro lado, ya no necesito que mi mamá me diga nada, porque el propio mundo me golpea en la cara constantemente recordándome que no puedo relajarme, que en verdad este mundo me va a pisotear por el simple hecho de ser mujer.
Esta semana he sentido que en este mundo todo esta terriblemente mal… estoy como el meme “No espero nada de ustedes y aun así me decepcionan”. Y con ustedes me refiero a la sociedad en su conjunto, al sistema judicial y a la supuesta “justicia” que imparten. Una justicia igual de misógina que los agresores. Y me pregunto qué pasa con los hombres. Porque en todos estos días mientras las mujeres compartimos y empapelamos todas las redes sociales y llenamos las calles gritando contra estas injusticias, ellos apenas asomaron la cabeza, porque pareciera que muchos se sienten más identificados con el agresor que con la víctima, muchos estaban más pendientes de salvar su ego herido (“no todos somos violadores”) en vez de enrabiarse por lo que está pasando. Otros parece que sintieran que no pueden opinar porque no es su tema, es tema de mujeres. Pero ¿Saben qué? Este tema es de tod@s, y si usted no sabe, no cacha, no entiende, pues agache la cabeza y pregunte, deje de culturizarse viendo el matinal o creyendo todo lo que le mandan por whatsapp. Cuestione. Deje de mirarse el puto ombligo y empatice con el dolor ajeno, porque en el fondo no es ajeno, sino que es producto de la sociedad en que vivimos.
De hecho, me pregunto cuántos de los que me leen se sentirán inmediatamente ofendidos por lo que dije más arriba, nunca faltará el que dirá “Yo sí compartí la noticia”, y sí, la verdad es que vi a uno o dos que lo hicieron. Pero son nada comparado con la gran cantidad de mujeres que alzaron la voz, que me dijeron que tenían mucha pena, que lloraron…
En verdad conozco a varios que saltan altiro para defenderse diciendo que ellos no son machistas, pero luego se ríen de los chistes sexistas de sus amigos, reciben y comparten fotos de mujeres desnudas por whatsapp, se llenan la boca hablando de las feminazis, si sale un caso de abuso o violación dicen que ellos no opinan porque hay que dejarlo en manos de la justicia, porque hay mujeres que mienten… que prefieren mirar ese 0,00001% de mujeres malas que inventan que las violaron, en vez de fijarse en todas las mujeres que efectivamente están siendo violadas y asesinadas en manos de hombres. Y muchos otros, los más indignantes, estaban buscando los vídeos de la violación en España en un sitio de pornografía. 
Si usted es uno de los anteriores sepa que por querer seguir siendo parte de esa manada su silencio lo hace cómplice, y que su neutralidad me repugna. Y que acá nosotras, las lobas, formamos una manada más poderosa, porque mientras que la de ustedes está hecha de miedo y violencia, a la nuestra la mueve el amor sororo. Porque nosotras hace rato estamos despertando, y cada vez somos más hermanas rugiendo de rabia, generando lazos de cuidado y respeto mutuo, ayudándonos y aprendiendo entre todas, amándonos, defendiéndonos. Y sí, quizás muchas tenemos miedo, pero muchas también se han levantado después de haber sido golpeadas y nos enseñan cómo tener el coraje para devolver el golpe. Porque ya no creemos en la justicia hecha por y para hombres (hombre blanco y heterosexual) y comprendimos que si bajamos los brazos las cosas seguirán por el mismo camino para nosotras.
He tenido miedo esta última semana… pero también me he sentido tremendamente orgullosa y acompañada, las he sentido hermanas y comparto las múltiples emociones con ustedes. A pesar de todo tengo esperanza en nosotras. En que juntas podemos lograr grandes cosas. Aunque se que será difícil y no tan rápido como nos gustaría. Así que gracias a todas las lobas, por enojarse, por gritar, por sentir tanto por tantas, y por dar su apoyo y decirnos "hermana yo sí te creo".
Y recuerden, la manada somos nosotras porque si tocan a una aullamos todas.








Imagino que much@s habrán leído la publicación de chile okulto a propósito del debate sobre la bailarina de la marcha contra la violencia de género que aparece en la fotografía (manifestación realizada en noviembre del 2017). 
Pues bien, leí indignada los comentarios de mujeres y hombres que la criticaban, ofendían y ridiculizaban. Sentí ganas profundas de funarlos a todos y cada un@. Pero me propuse resumir el debate en algunos datos interesantes que les presento de modo un poco atemporal.

A las 21:00 hrs. del viernes 01 de diciembre, y tras un día de ser publicada, la noticia tenía:  

  •  2.771 reacciones
  • Fue compartida 142 veces
  • 663 comentarios y esos comentarios tenían entre cero y 30 respuestas cada uno.
  • El contenido de los comentarios en contra hacen referencia a aspectos denigrantes hacia la mujer de la foto (asco, vinculación entre vellos y mal olor, poca higiene, burlas y chistes).
  • El contenido de los comentarios a favor hace referencia principalmente a resaltar el valor de no depilarse, de la libertad personal y de la lucha feminista. 
Al ver la noticia desde esta perspectiva me surgen algunas preguntas: ¿Cuántas veces se menciona la palabra feminazi en los comentarios y en qué contexto aparece? ¿Cuántas veces comenta cada persona y qué tipo de argumentos utilizan? ¿Cuántos de los comentarios (a favor y en contra) son realizados por hombres y cuántos por mujeres? 


A mi juicio, las redes sociales son un espacio de creación de subjetividades, un espacio cómodo desde el cual opinar, pero que también construye realidades, y aunque no tod@s estemos de acuerdo con el uso actual que le damos, es aquí donde se están debatiendo y definiendo las prioridades en relación a los cambios sociales que esperamos, no en las urnas, no en la calle, no en la academia... sino que en facebook, con lo trágico que eso puede sonar. 



Asumiendo el impacto de las redes sociales, me parece una pequeña victoria que la noticia haya sido compartida tantas veces en 24 horas, que se genere una entusiasta discusión al respecto y que el 87% de las reacciones sean me gusta o me encanta. En este punto, comienzo a pensar que hay que ponerle aún más cabeza al asunto. Estamos respondiendo desde las viseras, escribiendo con el útero, y perdemos de vista que somos más sororas que nunca, que ante las burlas y agresiones nuestras respuestas en defensa otras mujeres se multiplican exponencialmente. 



La consigna "NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA" es real, se puede leer en los comentarios. Así que no nos quedemos con la sensación de que la sociedad retrocede porque un sujeto con excesivo tiempo libre escribe cerca de 30 veces comentarios breves y mononeuronales del tipo: regalen una gillete, chubacas, mansa araña, etc. pues él, en su triste y amenazante minoría porcentual no sabe qué más hacer frente a un grupo de mujeres que ya no se calla, pues no está acostumbrado a que las mujeres dejemos de criticarnos entre nosotras y ahora nos apañemos.  



Tampoco nos amilanemos con las minas que nos dicen feministas al peo, pues ellas, que también son parte de la minoría porcentual, ven como se les cae el piso sobre el cual edificaron su "ser mujer", es amenazante también para ellas que cada vez nos importe menos lo que opinen sobre nuestros cuerpos, porque la claridad de que dejarte crecer los vellos no te vuelve fea o poco valiosa requiere de valentía, y para tener coraje necesitas tener seguridad de que hay personas que te aman así... Libre. 







Llevo tiempo queriendo compartir estas ideas con la finalidad de invitar a más compañeras a experimentar el placer cotidiano de lucha y pedaleo. Entonces, quisiera comunicar algunos sentipensares en torno a la Cleta, ya que, ésta ha sido mi compañera por más de 7 años y me ha permitido aprender mucho. Aprender mucho sobre mí, sobre la violencia, sobre la apropiación del cuerpo, de sentirme y sentirla como un arma de lucha, de feminismo y, principalmente, de autonomía.
Primero, la Cleta es una aliada feminista, una compañera de ruta y de lucha. ¿Por qué? Teniendo como base que ‘lo personal es político’ (como señalan las feministas radicales) quiero contarles que desde hace 7 años que me movilizo en bicicleta dentro de la ciudad de Santiago. Comencé desde mi casa en La Florida al metro Vicente Valdés (4kms aprox), empecé a dar pequeños paseos a la comuna del sector surponiente para fotografiar murales. Luego, de vez en cuando me iba a la comuna de Lo Prado o a Estación Central para ir a la universidad. Ya viviendo de forma independiente, no la solté más. Primero partí por la vereda, con casco y muchas luces, luego empecé por las escasas ciclovías hasta que me bajé a la calle llegando a recorrer más de 100kms a la semana en algún momento.
¿Cuál es el anexo entre feminismo y pedaleo? En este mundo sumamente patriarcal, en donde nos han enseñado a las mujeres a ser sumisas, dejarnos llevar por otro (padre, pareja, hermano, etc), depender de otro y donde nos han excluido de todo, la bicicleta se ha vuelto una aliada, un arma dentro de esta guerra que vivimos a diario. ¿Por qué? La ciudad está hecha para la industria automotriz, las calles están pensadas para los autos. Pensemos que todes somos peatones y recordemos las veredas: angostas, con hoyos, disparejas, con grifos o postes entremedio. Ahora, pensemos en el transporte público: lleno, caro y siempre con la incertidumbre del tiempo que nos demoraremos en llegar a destino, sin olvidar las altas probabilidades de vivir acoso sexual.
Por otro lado, ya sabemos todos los beneficios del uso de la bicicleta: hacemos ejercicio, mejora nuestra salud, bajamos de peso, nos demoramos menos, y una larga lista, pero para mí, y aquí lo fundamental de todo este escrito, me ha dado AUTONOMÍA: el mayor beneficio de andar pedaleando por la ciudad, autonomía de movimiento y de tiempo. Tal como señala Lagarde (1997) la autonomía es un proceso de poder, cultural, sexual, económico, histórico que se constituye en un cuerpo vivido a través de procesos sociales vitales, en donde las mujeres hemos sido formadas para estar para otros, por lo cual, generar nuestra autonomía es fundamental, es un pacto político, ya que, reconstituye el poder tanto a nivel individual como colectivo.
Andando en bicicleta no dependo de un horario como sucede con el metro, no tengo que esperar detenida en un lugar como sucede con la micro (y a veces exponerme a situaciones desagradables o riesgosas), no me expongo a estar en un lugar cerrado y que me acose el conductor como ocurre con los taxis o uber (que son pan de cada día), no tengo que revisar si tengo dinero para pagar alguno de estos servicios o moverme a un punto para poder llegar a destino, la bici está siempre a tu lado. En ocasiones me podré demorar más que otros medios, pero sé que llegaré a raíz de mi capacidad, de mi fuerza, que dependo sólo de mí. Si estoy cansada puedo detenerme un momento, si quiero andar más rápido o más lento, sólo depende de mí.
En base a lo anterior, he desarrollado más AUTOESTIMA y CONFIANZA en mí misma. Saber que pude recorrer tantos kilómetros gracias a mi esfuerzo me ha permitido sentirme capaz de lograr muchos de mis procesos controlando la ansiedad, la cleta me ha enseñado que hay que poner todo el cuerpo, mente y corazón para llegar al objetivo, y extrapolar esta sensación a cada aspecto de mi vida me ha permitido ir creciendo. Lograr situaciones que no creía posible. Es la materialización de mis logros.
En la educación chilena (aunque probablemente en la educación en general), desde el curriculum oculto (eso que no está escrito, pero que pasa. Lo que hacen las personas adultas de forma consciente o inconscientemente) a las mujeres nos enseñan a estar más quietas, a no participar de los deportes, a ser más calladas, a “vernos bien”, es decir, a preocuparnos del qué dirán de nuestro cuerpo, por lo que no es bueno sudar, no nos creen capaces de tener logros en estas áreas (y en muchas más). Nos alejan del deporte y no nos dejan experimentar con él. No nos dejan sentirnos dueñas de nuestras capacidades físicas a menos que sea desde el estereotipo femenino como el baile (mayoritariamente dirigido a niñas y dirigiendo el  fútbol a niños). [Sabemos que la educación es sexista, pero si quieren leer más al respecto, les recomiendo comenzar por “Educación sexista: hacia una real transformación” de la Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres].
Con la cleta aprendí que yo soy PRIORIDAD y que tengo que CUIDARME mucho para seguir en esta lucha constante llamada vida. Un principio que he ido reforzando con la cleta y, que aprendí con el feminismo, es la importancia del AMOR PROPIO para evitar situaciones de violencia, para reducirlas. Creo que la mayoría hemos aprendido esto a raíz de mucho dolor y angustia. Aprendí la importancia de tener un cuerpo firme y fuerte para defenderme, para poder huir lo más rápido posible si es que tengo que hacerlo porque puedo ser vulnerada. Fui cambiando mi ropa y accesorios, me fui dando cuenta que algunas ropas me incomodaban y si no podía pedalear con ellas, no vale la pena tenerlas. He ido priorizando mi cuerpo, mi bienestar, mi autonomía. Dándome cuenta que en lo más cotidiano tenemos el patriarcado inculcado. Desde mi ropa hasta mi actuar, y que poco a poco, he ido tomando esa conciencia buscando cada vez más la coherencia vital.
Aprendí que tengo que anticiparme a situaciones, aprendí a reducir las posibilidades de exponerme al peligro, a prever algunas acciones para buscar la forma de sentirme cómoda, tranquila y segura. Por ejemplo, aprendí que si es de noche y voy pedaleando tengo que ser vista para evitar que me choquen, aprendí que si estoy borracha en un carrete, pueden violarme, por lo que mejor no bebo alcohol para estar atenta, tanto en el carrete como en la calle. Más si es de noche. Aprendí a tener cuidado, por mí, aprendí a prever y anticipar. Aprendí que siempre hay que estar atenta por si aparece un auto asesino o si aparece un macho agresor.
Aprendí a PRIORIZARME, a no estar pendiente de gustarle a un hombre y complacerlo, aprendí que si quiero vivir tengo que concentrarme en mí, y no en otro, si no quiero que me atropellen tengo que cuidarme y quererme, que si quiero estar a salvo, no tengo que esperar un hombre “salvador”, “un protector”, sino más bien tenía que transformarme en mi propia salvadora, mi propia protectora. Dejar de esperar al príncipe azul que todo iba a resolver porque ahora soy yo quien tiene las riendas de mi vida, los pedales que definen mis propias rutas.
También aprendí con la cleta y el feminismo, la importancia de RECOBRAR NUESTRO CUERPO. Si bien, en general tengo prácticas basadas en oír mi cuerpo y conocerlo, con la bici lo fui fortaleciendo, tomé conciencia de que mi cuerpo puede ser un arma y que es un territorio de lucha y por eso, más tengo que fortalecerlo y cuidarlo. Cuando una ha sido violentada sistemáticamente desde que nació por el solo hecho de ser mujer, en donde nuestro cuerpo ha sido arrebatado, donde todos pueden opinar sobre él y hacer con él lo que quieran, RECUPERARLO, HACERLO PROPIO es una gran batalla ganada, más bien una guerra permanente.
Aprendí a mantener la calma ante situaciones peligrosas para priorizar mi seguridad, he aprendido a mantener el equilibrio y a concentrarme en el camino, lo que me ha fomentado la concentración. Las veces que he ido pensando en otras cosas, han sido los momentos en donde me he caído o he estado a punto de accidentarme. Lo mismo en el cotidiano siendo mujer, hay veces que olvido que vivimos en un sistema patriarcal y paff! Justo un acoso en la calle, un acoso en el carrete, una compañera relatando la violencia vivida por algún ex, etc. Hay que estar siempre alerta porque es una guerra permanente, el patriarcado y la lógica automotriz son guerras que se van luchando en conjunto con las amigas/compañeras y sobre la cleta.
Vamos perdiendo el miedo paralizante, vamos ganando espacio público, vamos ganando autonomía, vamos subiéndonos a la cleta. Ganemos fuerza, tomemos las calles con nuestra autonomía, seamos miles sobre dos ruedas y reduzcamos depender de otros, de esos otros que nos quieren sumisas, calladitas, débiles y dependientes para que puedan seguir en la comodidad de sus privilegios.
He perdido el MIEDO PARALIZANTE de moverme en bici. No voy a mentir: las primeras veces que salí en mi bici, lo hice por la vereda con casco, con las millones de luces que podía ponerle aunque fuera de día y poco a poco me fui dando cuenta que en la vereda incomodaba a las personas, que me demoraba mucho más y bueno, me tiré a la calle. Al principio lo hacía gritando porque quería seguir pedaleando pero me daba mucho miedo, sobre todo porque iba por Trinidad y Santa Rosa, dos calles llenas de camiones y micros. Fui agarrando seguridad al saber que por ley la calle es nuestra también, fui aprendiendo la lógica del auto para pelearla y cuidarme.
Y ¿Por qué señalo el miedo paralizante? Porque a pesar de los años que llevo pedaleando, nunca he perdido el miedo (y espero no hacerlo), pero es un miedo que me mantiene atenta, un miedo de estado de alerta que me previene de situaciones peligrosas como un hoyo en la calle más un perro que me puede atacar y una persona bajándose del taxi y que abre la puerta sin mirar, todo eso en una sola escena y allí tengo que estar alerta porque la que va a salir perdiendo seré yo, nadie más. Tengo que estar atenta que un tipo no me arrincone con su auto mientras pedaleo para sólo hacerme notar su poderío de hombre automovilista, estar atenta al hombre que intente besarme mientras paso pedaleando por la alameda sin medir que su acoso puede ocasionarme un accidente fatal, atenta a que un tipo que me sigue en la ciclovía para decirme que quiere tener sexo conmigo porque le encantan las cleteras. Todas estas situaciones me han pasado, sólo por nombrar algunas. Atenta a que el patriarcado está en todas partes, de que nos han enseñado que el espacio público es para “ellos” y que si deseamos usarlo tenemos que asumir las consecuencias por “atrevernos a desobedecer”, por esto y por mucho más, es que una va generando estrategias y tácticas, una se va armando.
Se aprende a gritar, a pegar y a estar cada vez más atenta. Lo mismo me ocurre cuando estoy en lugares donde hay hombres que no se cuestionan el patriarcado, tengo que estar atenta que no estén invadiendo mi espacio privado, que me dejen hablar, que no vayan a drogarme y violarme. Lo mismo ocurre cuando estoy conociendo a un hombre por primera vez, estar atenta que no quiera someterme, violentarme, engañarme con sus palabras para luego demostrar su rostro de agresor. Esto suena a paranoia, pero bueno, déjenme decirles que esto lo aprendí desde mi experiencia, aprendí de la experiencia de las mujeres de mi familia, de mis amigas, de mis compañeras. No estoy contando ninguna novedad, y si usted le parece una exageración, le increpo a que hable con las mujeres que conoce, pero una conversación de verdad, esas donde relatamos las violencias vividas en el cotidiano, las violaciones que cargamos, los abusos cometidos por el solo hecho de que somos mujeres. Tal vez allí se den cuenta que es un problema social, público y no privado como nos han hecho creer, que no es paranoia, sino que es APRENDIZAJE de guerra.

Entonces, esto es una guerra, siendo mujeres (cis, trans) el patriarcado siempre nos hará creer que no somos capaces, que tenemos que someternos porque los castigos son los abusos, las violaciones y la muerte. Nos enseñan a tener miedo, claro porque son castigos difíciles de sobreponerse, pero cuando ya se viven y se sobrevive, nos hacemos fuertes, surgimos más poderosas, más emancipadas. La cleta hace lo mismo, ese primer viaje sobre pedales puede ser peligroso y con mucho miedo, pero el momento en que llegas a tu destino, nadie te quita la satisfacción de haberlo logrado por ti misma y sobrevivir. Te fortaleces. Y cuando te encuentras con una compañera en la ruta y sabes que está en la misma, viviendo el miedo y la autonomía, sabes que no estás sola y deseas que seamos más, cada vez más mujeres luchando, cada vez más cleteras en la calle, cada vez más mujeres uniéndonos para sobrevivir la guerra patriarcal. En la calle, en la casa, en el trabajo, en todos lados, espero encontrarme con compañeras dando la lucha. Las admiro y me motivan a seguir. También pedaleo pensando que en un futuro no lejano, más niñas puedan tomarse la calle en cleta y que esto sea un espacio más ganado para nosotras porque cuando empecé no veía mujeres en la cleta, en cambio ahora, las veo, nos encontramos, cada día somos más. No nos rindamos, sigamos pedaleando y luchando. Unidas somos más fuertes, más fuerte es el golpe al patriarcado cuando nos armamos y amamos entre nosotras.

Kathrin Honesta - Ilustradora

Quiero comenzar este escrito contando que llevo más de un año luchando contra la depresión. Mentira. Comienzo de nuevo. Llevo más de un año luchando contra mí misma. Maltratándome. Desoyéndome.

Mi lucha comenzó tiempo después de salir de la U, cumplí una de mis metas máximas de buena manera, y ahora tenía que continuar con las demás como si se tratara de una lista de exigencias que debía cumplir para SER ALGUIEN EN LA VIDA. Porque para ser alguien no basta solo con vivir, ¡No, señora!  

Se me venía un hermoso camino trazado por mis manos perfeccionistas y exigentes. SIMPLE. CORRECTO. SEGURO. Tan simple, correcto y seguro, que en unos cuantos meses mi estabilidad mental se fue a la mierda.

Partamos con que soy ansiosa desde hace años, los deber ser me persiguen incluso cuando cocino, tiendo al negativismo y me da miedo fallar. Agreguémosle a lo anterior que tenía exigencias tan altas y debía cumplirlas todas en un tiempo tan acotado que claramente no las iba a poder cumplir. Tenía tanto miedo de fallar que comencé a paralizarme de a poquito, primero un pie y luego otro. No me daba cuenta que estaba viviendo una crisis vital, era normal tener miedo, era normal que las cosas no salieran a la primera, pero yo no lo aceptaba, y como una hilera de dominós mi autoestima comenzó a destruirse de a poco.

Mi familia no lo supo. Tampoco dejé entrar a mis amigas en esto, en mi sufrimiento, les tiraba solo pequeños atisbos de un hoyo gigantesco que tenía en el pecho. No quería que nadie supiera cuánto sufría porque me sentía muy avergonzada, ¿una psicóloga con depresión? ¿Una psicóloga yendo a la psicóloga? ¿Qué iba a decir el resto? Tenía mucho que ver con la imagen de mina capaz y fuerte emocionalmente en la que me había encerrado, pero también temía la poca empatía de la gente, el hecho de que algunos son alérgicos a cualquier sentimentalismo o “debilidad”, a esta sociedad que te hace sentir culpable si te derrumbas, a que debes mantenerte funcional a pesar de tus amarguras, a que ante los intentos de suicidio muchos solo dicen “lo hizo para llamar la atención”, como si fuera un juego infantil cortarse las venas o ingerir un frasco de pastillas. Y anda a tirarte desde el Costanera, ¡Qué horror! ¿No ven que estamos vitrineando?

Y creo que me encontré con eso, porque tenía re pocas amistades, pero cuando comencé a ensimismarme y a volverme “latera”, "pesimista", “andas rara”, “pucha arriba el ánimo que no es el fin del mundo”, ahí se quedaron muy pocas, poquísimas, pero valen por un millón.

Me gustaría decir que me escuché, que apapaché mis dolores y me di el tiempo para sufrir sin cuestionarme, para vivir algo que tenía que vivir después de años jugando al autocontrol. Pero no lo hice, porque pucha que cuesta hacerlo con una, pucha que cuesta no sentirse culpable si no tienes ánimos de nada, pucha que cuesta que los demás te digan “te comprendo”, “¿juntémonos a comer papitas mientras lloras en mi hombro?”. No. Siempre lo que sale primero es “Pero ánimo, que todo saldrá bien”, “pareciera que no quieres estar bien”, y una dentro de su angustia lo único que piensa es “¡No, es que nada va a salir bien!”, “Pienso en morirme todas la noches, ¿Cómo alguien puede estar bien así?”.

Y no es que una sea fatalista o irracional, porque yo tenía bien claro que el mundo seguía girando, que mis posibilidades estaban ahí al alcance de la mano, que mi vida continuaba a pesar de las dificultades, pero una cosa es lo que se sabe y la otra lo que se siente, y yo no me sentía capaz de estirar la mano y agarrar ese futuro brillante que se suponía que tenía. Era como si la caja de pandora donde tenía encerrados mis miedos e inseguridades se hubiera abierto y tomado el control de mi cuerpo y mis emociones, de quién era. Y no me gustaba quién era. Aun no me gusta. Y puta, ahora pienso en lo que pensarán, que soy la creadora de un blog feminista que no se quiere a sí misma, ¿eso en qué feminista me convierte? En alguien REAL. AUTÉNTICA. IMPERFECTA.

Y sueño con que el día en que diga SOY IMPERFECTA, lo pueda decir tranquila, segura de quién soy, amándome muchísimo por mis virtudes, pero también por mis defectos, porque el problema de solo estar orgullosa de lo que haces bien e intentar ocultar todo lo que haces mal es que la vida es desorden, es error, es un caos inmenso en el que una se pierde y se derrumba si solo vive de sus aciertos.

Tuve la fortuna de poder ir a la psicóloga, de tener dos amigas y un pololo que son las mejores personas del universo, de tener una familia que aún no me presiona para que salga al mundo y deje de ser una sanguijuela, de dos hermanos que me hacen reír y siguen jugando y viendo películas malas conmigo. Sobre todo he tenido tiempo, tiempo para acercarme cada día más a la vida, insegura, sí, y recagada de miedo, también, pero me alejo de la muerte, y la vuelvo a ver como algo inevitable, propio de la vida, pero que no me tiene que ocurrir esta noche, ni tiene que ser por mis propias manos.

Especialmente he tenido este año para aprender de mí, y equivocarme mucho, muchísimo más de lo que lo he hecho en mis 27 años de vida, equivocarme conmigo. Y cuando digo eso me refiero a que una y otra y otra vez tuve que descubrir que no me estaba cuidando, que no me estaba aceptando, que no me estaba amando, ni qué decir de algo tan vital como el apapacho propio. Vivo una lucha constante entre desear abrazar a mi niña interna y querer retarla/criticarla/moldearla.

Escribo esto porque quiero derrumbar algo, ese muro de corrección, esa imagen de una Gisselle que ya no existe, porque cuando vuelva a armarme no seguiré siendo la misma que fui antes, para nada, seré mejor y también peor, quién sabe. Pero también escribo porque quería compartir mi experiencia, no solo con las que me conocen, sino que especialmente con todas las lobas temerosas y heridas que están por ahí en el bosque, entre los animales salvajes que intentan dominarnos y encasillarnos, CALLARNOS.

Quiero decirte a ti loba, que hice este blog para salir de a poquito, porque sentía la necesidad de contactarme contigo, porque este año ha sido difícil y quería aullar de rabia, porque una muchas veces no es capaz de sacudirse tantos años de expectativas, de deberes, de malas palabras, de malos tratos. Muchas veces me dicen directa o indirectamente que no sirvo y me lo creo, muchas veces nos dicen que somos histéricas y los escuchamos, tantas otras nos achacan los grandes males de la civilización y nos sentimos culpables, malditas, paganas. Nos sentimos incluso culpables por sentir, por sufrir, por ser felices.

¿Pero sabes qué? Las peores veces son cuando una misma se dice tantas malas cosas, cuando una se termina creyendo toda la mierda y en vez de mirarlos con fiereza, agachamos la cabeza y nos repetimos una y otra vez que todo eso que otros nos dijeron es verdad. No hay nada más doloroso que machacarse una misma, porque estás contigo todo el tiempo y porque no hay enemiga más letal que tú misma, que conoces todos tus errores y defectos.

Y como esta es una lucha constante, y a veces me siento fabulosa, y otras vuelvo a mis malas costumbres, digo como un mantra ERES SUFICIENTE. Pégatelo en la frente como yo, píntalo por todas las paredes de tu cuarto, haz lettering con las palabras, escribe sonetos en tu nombre, téjete una bufanda, hornea un pastel para ti, deja de ir a esa tienda de mierda que solo tiene vestiditos talla xxs, llévate de paseo al cine, date placer, mira las aves y piensa que tú también eres capaz de volar bien alto. Piensa, pero más aún siente y acepta que no te falta nada, que naciste completa e imperfecta, como yo, como todas. 
Esta es una historia que ya ha sido contada por muchas mujeres. En algunas ocasiones, han sido catalogadas como “exageradas”; les han hecho preguntas como, "¿segura que no le fuiste infiel?", "¿Por qué no escuchas su punto de vista?", "¿Y si le das otra oportunidad?", "Cuesta tanto encontrar buenos hombres ¿segura que quieres perderlo?", entre otras.

-Ya una loba en este blog contó una experiencia similar. Puede revisarlo en este Link-

Esta historia será contada una vez más, sobre todo para quienes aún no la han leído o escuchado por su amiga, su prima, su hermana, su hija… etc.

Extraída de Facebook

Luego de meses de haber terminado una relación, mis cuentas personales empezaron a hacer transgredidas. Aproximadamente en un tiempo de un año mi Facebook, Gmail, Dropbox, y mi cuenta bancaria, habían sido vulneradas. También comencé a recibir mensajes anónimos a WhatsApp. Al mismo tiempo, sentí que mis pensamientos, mis historias, mis fotos, incluso mi cuerpo estaban siendo violentados.

¿Cómo después de eso me podría sentir mal? “Si quizás no es tan malo, dentro de todo lo malo, es lo menos malo que te pueden hacer” me decía a mí misma. Después de vulnerar mi Facebook y Gmail, me doy cuenta que el evento no finalizaba allí. Llamó a mi casa para divulgar lo que supuestamente había encontrado: que yo le había sido infiel.

- Solo esperaba que la pregunta no fuera: “pero, le fuiste infiel ¿o no?”-

Su misión en esta "audaz hazaña" era encontrar una razón, o más bien, comprobar la razón de la ruptura. Porque claro, ¿por qué otra razón se finaliza una relación si no es por un tercero? Él creyó que nunca me enteraría, pero lo que no sabía es que actualmente las plataformas en redes sociales tienen una seguridad de privacidad, puedes rastrear la IP, eso fue lo que hice para tener certeza que había sido él.

¿Cuál es el problema? ¿De qué estamos hablando cuando ocurre tal vulneración a tu vida privada? ¿Qué significa que alguien no asuma un término y busque otras explicaciones donde no hay más explicaciones? ¿Incluso involucrando a tu familia? El problema desde mi interpretación: el poder que ejerce el machismo sobre las mujeres, una violencia de género sutil e implícita. Te transgredo porque puedo, porque soy más fuerte, y porque tú eres más débil y dependiente de mi. Yo no era su problema, el problema era su persona, su imagen. La mejor conclusión para su herida, para su llanto, para su pena, para su rabia fue “la culpable eres tú”.

Lo imaginé muchas veces preguntándose "¿cómo me deja si la tengo en la palma de mi mano?", como alguna vez me lo dijo.

No he sufrido agresión física, y lo más probable que lo que he vivido no se compara con lo que otras tantas mujeres han tenido que pasar. Pero puedo imaginar muy sutilmente cómo se siente estar atemorizada, yo también lo viví, y quizás sin razón o con muchas razones, pero tuve miedo de que algún día llegara a mi trabajo o a mi casa a pedirme explicaciones. Planeé, en algunas ocasiones qué haría si eso pasaba: Le expresaría mi rabia, le haría darse cuenta que lo que hizo no estaba bien, no permitiría que me tocara ni un pelo, incluso terminaba pegándole una cachetada, y aunque me sentía violenta, sabía que si llegaba ese minuto me quedaría en shock.

Más tarde comprendí que él nunca iría a mi trabajo o a mi casa. Como ya mencioné, el problema no era yo, no quería explicaciones de por qué habíamos finalizado una relación de cinco años, no era su amor hacia mí, no seguía enamorado, el problema era su ego herido, una mujer lo había dejado, yo lo había dejado, y peor aún, en sus creencias e imaginarios, lo había dejado por otro -hombre-. Él no iría porque lo único que buscaba era una razón para decirse a sí mismo que él no había cometido un error.

Debo confesar que entre medio de esta historia tuve muchas dudas ¿seré yo el problema? De repente te dan un punto de vista que está teñido por la misma normalización de estos actos: "fuiste poco clara con él","debe haber tenido motivos", "pobre de él, la debe estar pasando muy mal para hacer eso".

Pero también me cuestioné -antes que sucedieran los hechos- si estaba bien terminar con él. Dudé de mi sentir, de mis emociones y de lo que me decía mi cuerpo. Me confundieron opiniones, que aunque sabía que no se correspondían conmigo, instalaban la culpa de alguna forma; "piénsalo bien, porque hay poco hombres buenos como él", "hoy en día cuesta encontrar hombres trabajadores, y cuando llegas a los 30 es más difícil, y si los encuentras tienen hijos y ahí tienes que asumir un costo", "en cualquier momento puede hacer una estupidez", "tú eres la única que lo puede ayudar porque la está pasando mal", etc...

Definitivamente, hubo algunas personas que no me ayudaron mucho, la verdad me hicieron sentir culpa y creer que mi sentir no era válido. Instalaron en mi persona la responsabilidad de un adulto, me privaron con su opinión de mi libertad de decidir y elegir. Hubo otras, en cambio, que estaban más conectadas con lo que me pasaba, y agradezco que hayan estado allí, me daba esperanza en esta sociedad tan corrompida por las apariencias.

Hasta ahora me da pudor dejarlo “mal parado”, porque lo sigo considerando una buena persona, pero nacido, criado y educado en un mundo donde se nos hace creer a todas y a todos que las mujeres son inferiores, la masculinidad hegemónica es la base de esta sociedad. Entonces, me pregunté en algún minuto ¿de quién es la culpa? ¿Del sistema, de su educación, de él mismo? Si se pueden dar cuenta aún me cuesta mucho decir: "Oye, lo que hiciste no tiene justificación, me vulneraste, me hiciste daño, ninguna persona puede vulnerar a otra por ninguna razón, necesitas terapia, hazte ver", etc, etc. (Y ojalá con voz de enojada).

Nunca lo llamé, nunca volvimos a hablar. Mi rabia quedó contenida, pero así lo decidí. Quizás aún estoy sanando la herida y trabajando en ese sentir, tampoco fue fácil para mí que me dejara como "infiel" frente a personas que quise y quiero; su familia, y más aún sabiendo que ese término es muy sensible para ellos/as. Y tampoco lo fue darme cuenta que yo no le importaba mucho, aunque de alguna forma ya lo sabía, esa había sido una de las razones de la ruptura.

Lo más chistoso fue que siempre él quedó como "medio psicopatín, pero pobre cabro igual, la está pasando muy mal", y no digo lo contrario, pero, ...

- ¿Y yo?-

Yo no era una pobre cabra, yo no la pasaba mal porque había sido yo la que decidió terminar la relación. Y uno fue criada para no quejarse, así que, ya conocen la historia.

Todo esto terminó en muchos gastos al médico, en pensar en lo bonito, en lo bueno, en crecer, en aprender y en perdonar (me). He reflexionado en mis culpas, mis errores, en el propio machismo arraigado en mi educación y en mis actos.

Todos y todas merecemos respeto (eso es intrínseco), ninguna persona tiene derecho a invadir tu vida privada, a invalidar tu sentir y hacerte sentir que no vales. Y por sobre todo, ninguna persona tiene derecho a decidir por ti.

Esta vez, con plena libertad decido mostrarme frente a otr@s, de todas formas es más fácil hacerlo así que sentarme a contarles.


                 Resultado de imagen para heteronorma           Imagen relacionada


Terminó la venta de artículos de noche de brujas y noviembre se llenó de adornos del polo norte, árboles con lucecitas de colores y nieve artificial. Viene la navidad, y con ello el peso de la sociedad de consumo machista, patriarcal y heteronormada encarnada en plástico hipoalergénico. Sí, otra vez las mismas notas de siempre en las noticias mostrando las novedades del barrio Meiggs: "Para la regalona la muñequita china que pestañea y hace caca. Para el regalón el helicóptero a escala que vuela de verdad y tira rayos laser". Qué agobio. ¿Alguien ha dado un paseo por la zona especial de niñoideas? La cantidad de artículos de cocina y aseo de color rosado es grosera, casi tan grosera como la repetición de contenidos en las noticias, aunque lo increíblemente grosero es que sigamos regalando estereotipos de género a niñ@s que podrían disfrutar tanto una caja de pelotas como un chiquitín cacú.

El año pasado, cuando me vi en el escenario de comprar regalos  navideños para niñ@s me frustré mucho, en especial por la primera pregunta que hacen l@s vendedores: ¿Busca un regalo para hombre o para mujer? Partimos mal. En mi mente comienzan a tomar fuerza unas ganas locas de responder: ¡NO! Busco algo que NO reproduzca los estereotipos de género que tanto daño han hecho a generaciones completas de niñ@s, a l@s que hemos convencido de que no pueden elegir entre azul y rosado porque esto esta determinado por sus penes o sus vaginas. Pero no, intento invocar a la mesura, y dedicar unas palabras a las alternativas que nos quedan para hacer regalitos significativos, en lugar de vomitarle en la cara al amable vendedor que usa camisita azul. 


Regala juegos grupales: Si en la familia hay más de un integrante sub-18 considere regalar un juego de mesa, con eso evita las comparaciones y fomenta que l@s hermanitos puedan compartir un momento juntos, le aseguro que lo más probable es que sea el primer regalo que ocupen y que incluso quieran jugar l@s adultos presentes. Considere la edad de l@s niñ@s al momento de elegirlo, para asegurarse de que tod@s puedan jugar.


Regala la posibilidad de crear: No nos olvidemos de que ser niñ@ es explorar, aprender y crear, así que puedes regalar instrumentos musicales que no sean tan elaborados y costosos,  como percusiones, instrumentos de madera, un trompe, etc. También puedes regalar materiales para manualidades, lápices, acuarelas, mostacillas, etc. 


Regala cultura: Siempre puedes considerar la idea de regalar un libro, un cuento, una visita al museo, una entrada a una obra de teatro o un concierto, una experiencia deportiva, etc. 


Regala disidencia: Si eres más osad@ o conoces a una familia más sensible a temas de género puedes regalar una muñeca, un coche o una cocina de juguete a un NIÑO, así como juguetes de construcción, una pista de carreras o una pistola de agua a una NIÑA. 


Como ven, tenemos un margen importante para construir, educar, revertir y transformar, el llamado es a pensar lo que estamos diciendo cuando regalamos tal o cual cosa a un niñ@, pues no es un ejercicio ingenuo, sino intencionado, y si bien no pretendo agotar las ideas para pasar unas felices navidades feministas, al menos espero que nos atrevamos a reflexionar y compartir nuestras experiencias, ¡así que si surgen más alternativas pueden agregarlas a los comentarios! 


“No me mires, no me mires, déjalo ya, que me hace falta maquillaje” (Mecano).

El epígrafe de este artículo pertenece a la famosa canción de Mecano Maquillaje. En ella una mujer le pide a otra persona que no la mire porque está sin maquillaje, despeinada y sin dormir. En la tercera estrofa el pegadizo no me mires se invierte a mira ahora, pues la muchacha en cuestión, ya está maquillada.

Pensé inmediatamente en esa canción cuando me planteé escribir sobre mi experiencia con el maquillaje. Además de la letra, que es bastante evidente, por el tono irónico que esta tiene. Pero bueno, comencemos desde el génesis de esta experiencia.

A mediados del año 2014 mientras veía x matinal en x canal, unos periodistas cubrían un concierto de una banda de gusto adolescente. Los años encima no me permiten recordar detalles, pero a las niñas les preguntaban porqué se maquillaban. Y de las tantas respuestas que daban, pude reconocer un patrón significativo “así me veo más bonita” que visto desde la vereda contraria sería “soy fea sin maquillaje”. Me generó tanto impacto que niñas de 11 y 12 años se expresaran así, que me llevó a la pregunta ¿y tú por qué te maquillas?

Esa pregunta se apoderó de mis pensamientos y comencé a recordar frases como “espera, deja echarme una manito de gato primero antes de salir”, “me voy a pintar un poquito que tengo cara de poto”, “no puedo salir con esta cara”, “ni cagando salgo con estas ojeras”, y así una serie de comentarios que mis amigas y yo repetíamos inocentemente. Inocencia que respondía a la ignorancia de mis acciones, porque una vez que me miré al espejo y me di cuenta que mi rostro natural y limpio me parecía ajeno, imperfecto, arreglable, cambió la situación. Llevaba años con el hábito de maquillarme para salir y empecé a sentir dicha práctica como una máscara. También noté que a veces era molesto, que cada vez que daba un beso dejaba marcado el labial, cuando tomaba en un vaso, labial, cuando me limpiaba la boca con la servilleta, labial. Incluso a veces tenía la boca como payaso porque se corría. Convengamos en que no era el mejor labial del mundo, sí, pero como fuera, andaba siempre: roja. Con el delineador me pasaba lo mismo, me rascaba un poco los ojos y se corría o andaba con una capa seca negra que, al revés de hacerme ver mina top model, parecía que hubiera carreteado dos días seguidos.

Los mensajes eran claros, me gustaba maquillarme porque me creaba la ilusión de verme más bonita, pero me cargaba todo lo que implicaba, el gasto de tiempo, las incomodidades y su toxicidad. Así que decidí dejar de hacerlo. El proceso no pasó desapercibido, me tuve que reacostumbrar a mi rostro, pasé vergüenza y tristeza, me sentía en desventaja frente a las demás mujeres y entendí que la raíz estaba en mi autoestima. Tenía tremenda deuda con mi autoestima física, en cómo me percibía y cómo quería ser percibida. Lo bonito es que finalmente como cualquier habito, me acostumbré y comencé a valorizar mi rostro de otra manera, a reencontrarme con su belleza, aceptarla, quererla, pero por, sobre todo, comencé a mirar críticamente los estándares de belleza. Me di cuenta que mi disconformidad era más profunda aún, y no era solo el maquillaje, tampoco me gustaba ser baja, de caderas anchas, ocultaba mis pechugas porque son grandes y así, suma y sigue. Porque cuando te abren la puerta a la perfectibilidad, caes en un pozo sin fondo.

Con este relato no pretendo hacer una apología al acto de no maquillarse versus el sí maquillarse. No creo que las cosas sean buenas y malas de por sí, cada una le da la connotación que quiera y necesita. Pero sí, es importante saber el por qué hacemos lo que hacemos. Desde que somos niñas interiorizamos información y conductas de todo tipo, algunas constructivas, otras menos para nuestra persona, y entre esas, un estándar de belleza bien específico y que con el tiempo se ha mostrado cruel y descarado con el cuerpo y la imagen de la mujer. La publicidad ha sido el medio más masivo para fomentar esta visión, que más que sugerencia es una exigencia y que ha traído como consecuencia enfermedades tan críticas como la bulimia, anorexia, baja autoestima y sensación de vacío.

Estamos hablando de algo realmente serio. El cuerpo es el primer vehículo de identificación, es lo que delimita frente a otro, con él realizamos acciones y nos comunicamos. Tantas exigencias a la imagen personal, va mermando la comodidad y va insegurizando silenciosamente, hasta que estamos comprando zapatos con taco para vernos más altas, usando push up para tener las tetas más arriba, pantalones apretados para lucir el trasero redondo, delineador de labios para hacerlos más gruesos y carnosos, polvos para cubrir pecas (entre otras imperfecciones), cremitas para no envejecer, y un largo etcétera.

La publicidad nos vende la pescá de que somos imperfectas, de que ser como somos no está bien y de esa manera crea y recrea una serie de necesidades que refuerza desde la carencia y el miedo a ser rechazadas. Porque obvio, para qué conformarse con ser “normal” si puedes verte como esas modelos que les brilla la piel en los comerciales, que no envejecen ni tienen marcas en la piel. Perfectas. Altas. Rubias. Flacas. Jóvenes. No hay nada de malo en ser así, para las que nacieron altas, rubias y flacas.

Lo que me parece peligroso es que estos modelos se establecen como la regla general y si no estamos atentas se apoderan de la mente como estereotipos o se manifiestan en el lenguaje como prejuicios ¿y qué obtenemos de ello? Mujeres con niveles groseros de auto exigencia e insatisfacción, haciendo dietas todos los lunes, ocultando su cuerpo y maquillándose hasta para dormir. Porque el axioma que representa esta realidad, es que nunca recibiremos suficiente de aquello de no necesitamos. Y si no nos empoderamos y comenzamos a darnos más amor y menos crítica, seremos fácilmente manipulables por los intereses ajenos. Así que si usted niña, mujer, anciana siente el llamado o si en su interior tiene la inquietud, haga la prueba y descubra si el acto de maquillarse o vestirse de tal o cual manera responde a una elección personal y estética, o por el contrario, es un parche temporal para sus heridas.




Entradas antiguas Página Principal

Sobre nosotres

En nosotras habita el instinto salvaje de una loba y la mirada violeta del feminismo. Somos una manada sorora porque si tocan a una aullamos todas.

Poeta del mes

La inquietud del rosal

El rosal en su inquieto modo de florecer

va quemando la savia que alimenta su ser.

¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:

Tantas son que la planta morirá de este mal!

El rosal no es adulto y su vida impaciente

se consume al dar flores precipitadamente.

Seguidores

Entradas más vistas

  • Niñ@s cuidando Niñ@s
  • Fuego: La revolución será feminista
  • No quiero un amor de novela
  • Madre que todo lo hace
  • La cleta es una aliada feminista
  • Hoja de Otoño - Catalina Paz
  • Sanando ataduras del Alma
  • No me mires, no me mires: mi experiencia con el maquillaje
  • Locura de amor (que no es locura y no es amor)
  • Teatro y Feminismo (Residencia)

Contacto

Si deseas colaborar enviándonos tu escrito, reseña o recomendación, o contactarte con nosotras para contestar tus dudas, puedes hacerlo a través de nuestro correo electrónico: corriendoconlobas@gmail.com

Corriendo con Lobas

Copyright © 2016 Corriendo con lobas. Created by OddThemes